La verdad, yo no estoy mejor que él, pero la depresión todavía no me hace compañía.

H. llega y me cuenta que está deprimido. La verdad, yo no estoy mejor que él, pero la depresión todavía no me hace compañía.
La delicia de pasar un buen rato leyendo, tomando un café y atascando mis pulmones de exquisita nicotina, me ayuda a recordar vagamente cómo he llegado a este punto [[[línea, curva, mancha?????]]]]].
En un cuento de Yasunari Kawabata, una joven se quita un brazo y lo presta a un "amigo". Éste, lo lleva hasta su casa y lo atiende con cortesía. Sin embargo, llega un momento en el que decide intercambiar su propio brazo con el de ella.
Por supuesto, yo no le di nunca a I. mi brazo para que se lo llevara [[[[[las cosas sangrientas me dan flojera, nada más de pensar en tener que limpiar el desastre causado por cosas así]]]], solamente le presté un par de CD´s y un libro que amo profundamente.
Ya vamos para... ¿un mes?.... y aun no me regresa nada.
[[[[[Sé bien el dicho acerca de aquel que presta libros]]]].
Sinceramente, desde el principio nunca esperé que me devolviera mis cosas. Pero observé distante, la posibilidad de que ellas le exigieran ser regresadas a mis manos. Supongo que I., las ha dejado mudas, encantadas con esa mirada que ya se me está haciendo tan familiar.
Sí, yo nunca le dí mi brazo. Pero en esas cosas que le presté, había un pedazo de mi muslo derecho, la pupila de mi ojo izquierdo y algunos trozos de mi columna vertebral.
Ni modo, tenía claro que, a veces, el "dar" deja a uno como un adefecio: una especie de lisiado deforme.
No pediré que me regrese nada... ¿Para qué?
Miro a H. Platicamos, como es usual, de temas intensos y melancólicos [[[es como hablar con Blake]]]]. Saca un libro de cuentos de la China medieval de su mochila, y me lo da con una sonrisa: "...mira, te lo presto para que te lo leas en el ´puente´, es un libro maravilloso..."
Guardo el libro en mi bolsa y, al despedirme, me pregunto: ¿Será esto alguno de sus labios? ¿Su hombro tal vez...?

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