Primer instante. Cartier Bresson, aguarda desde su estancia infinita. Su esperar devuelve una mirada encendida: fuego: explosión.


Primer instante. Cartier Bresson, aguarda desde su estancia infinita. Su
esperar devuelve una mirada encendida: fuego: explosión.




Todas las mañanas tomo una píldora de pólvora. El estómago se acopla cada vez más a las pulsiones internas, que suelen mover los intestinos después del primer alimento matutino.
Una espiral de fuego asoma por mi boca si intento hablar. Si me besas con un poco de alcohol en los labios, inciendiaré tu rostro.
Esto que ven, no es sudor en mi frente, es llanto de fuego, es pasión derretida. Le feu... que sonríe desde mis entrañas y calcina tu mirada.
Es tan sólo un nuevo show... hace días procuraba público para mis malabares con ideas. Hoy, incendio las ideas y hago malabares con mis emociones.
Vuelvo, una y otra vez en mí. Todo cambia, y es lo mismo. Si alguna vez hablas contigo, convéncete en cambiar tu dieta. Desayuna un cuarto de píldora de pólvora la primera semana. Los hedores permanecerán apenas un par de horas, no te preocupes.
Y si incendias con tu voz alguna dicha, no te apenes, y termina de incendiar todo el entorno. Come fuego como comes los deseos que posees y no lo sabes. Traga y expide soles, así como el universo. Arde por dentro, y cauteriza todas las heridas que han dejado, otros fuegos expedidos.

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