Tuve que fingir, y lo sabes. Tú y yo éramos las únicas dos personas que soportábamos aquella situación.

Tuve que fingir, y lo sabes. Tú y yo éramos las únicas dos personas que soportábamos aquella situación. Además tuve el leve presentimiento de que todavía no era tu tiempo.
Estabas encerrado en tu habitación, jugando con tus juguetes y tu sangre: las espadas que improvisaste con los cuchillos de cocina herían tu infancia de plástico, de la misma manera que la piel de tus brazos.
Puedo imaginar la batalla, la más grande de tu vida. Había una parte de mí que deaseaba que la ganaras, pero otra me decía que aun quedaban varias cosas por arreglar. No sentí tanto temor (¿recuerdas cómo fingí?), sólo un impulso de prudencia y otro tanto del egoísmo que tanto conoces.
Por algunos instantes quise apartar a toda esa gente de nuestro camino, tomar las espadas y jugar contigo. Pero a veces las máscaras nos hacen malas tretas y se adhieren a nuestra piel, a nuestra mente.
Mientras fileteabas tus últimos pensamientos [como tu carne) yo acudía a las maniobras de la actuación para llorar un poco pidiéndoles que te sacaran de ahí.
Pero sabes que no podía evitar esa sensación que se incrusta en el estómago y sólo te hace estallar en risas. Te habrías dado cuenta, y también te habría dado mucha gracia haber visto todo el show afuera, conmigo.
Repentinamente, escuchamos un grito y la violenta forma en la que te estrellaste sobre la puerta, vimos cómo se movía la manija... entonces, fue cuando supe que la batalla (ésta por lo menos) estaba casi perdida. Aparté a todos de mi camino, me dirigí a la puerta, tomé la manija con desesperación y jalé como haría al intentar sacarte una espada del vientre.

[[[[[...y la puerta se abrió]]]]]

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