Tic Tac Tic Tac

Apenas tendría la tierna edad de 3 años cuando vi a mis padres y pensé "qué viejos son, algún día morirán y yo no quiero eso". Para ese entonces mi papá era un hombre de familia de tan sólo 32 años y mi mamá tenía exactamente la edad que tengo ahora. Ellos eran tan... adultos.

Pasados 25 años de aquel momento me resulta desconcertante concebir nuevamente esa escena. ¿Es que ahora me siento como alguien adulto? La mera verdad, no. Y ello lo confirmo cada vez que me encuentro con mis compañeros generacionales que, a pesar de los brillos indiscretos que reflejan las primeras canas, se conservan en alcohol casi idénticos a como les recuerdo en la preparatoria y la universidad.

Mi "adultez" es casi como una gripa: en ocasiones me pega durísimo, pero con dos o tres tragos aspirinas y una semanita de desentendimiento total del mundo el alivio es inminente.Sin embargo, el placebo deja de funcionar en el instante en el que mi hermano adolescente llega con cualquier idea (sobre todo de esas bien adolescentes) y me sorprendo dándole algún consejo "adulto" (sobre todo de esos bien "adultos").

La sensación de abandonar una cierta etapa vital para inegrarme al mundo de responsabilidades y deberes que caracteriza a "lo adulto" me aborda acompañada del instinto de auto conservación y de un fuerte impulso. Durante años esperé el momento para tomar decisiones sin que los demás repararan en mi corta edad. Ahora el momento es en el sentido ontológico.

¿Me siento adulta? No ¿Me molesta la idea de serlo? Tampoco. Pero no dejo de pensar en aquella niña que veía a sus padres con la angustia de saber que el tiempo causa efectos irreversibles. ¿Qué podía saber ella? Era tan solo una niña...

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