Aquella rutilante miniatura...

Aquella rutilante miniatura yacía entre tus manos cuando me dijiste: “llévala contigo”. Observé un momento tu gesto y comprendí que era mi deber cambiar el sentido de las cosas. Rechacé tu ofrecimiento y me retiré con un par de lágrimas suspendidas en mis ojos. Ahora estoy sola, a merced del hambre nocturna. Al menos me queda el consuelo de saber que el último brillo de nuestro universo permanece contigo.

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