Paciencia



Solía derramar la palabra con frecuencia,

dejaba empapado el escritorio.

La derramaba sobre la ropa,

sobre los párpados cansados

de algún desconocido.

Se me caía de las manos

y aunque hiciera malabares

no dejaba de caer a gotas, 

a veces a cántaros, caía.

Después vino el silencio.

Uno dulce, una pausa madura.

En ese tiempo aprendí a sembrar,

a regar. En silencio. Un silencio.

Y la palabra creció lento,

la palabra floreció, dio fruto,

dio más y maduró tan dulce

como el silencio.

Aún se me derrama a veces

cuando tengo miedo,

cuando me distrae la tristeza.

Si se me derrama en tierra infértil, la olvido.

Si se me derrama en tierra fértil, la siembro.

Alguna se vuelve hojarasca

y otra, reverdece después del invierno.

Ahora soy buena en madurar silencios,

en crecer palabras, aún me falta tiempo.



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