¿Por qué no?

De repente dejo de escribir en este blog porque creo que no tengo nada que decir y tal vez es cierto, no tengo nada qué decir. Pero como "decir" y escribir se parecen pero no son lo mismo, he aquí mi regreso. Mi enésimo regreso.

Un largo tiempo de ausencia en este medio ha traído para mí un enorme descalabro literario. Me he convertido en una escritora que no escribe más que lo necesario para sus deberes académicos, una "Bartleby" de la palabra. Pero como "preferiría no serlo", a partir de hoy me comprometo a continuar mis experimentos en este pequeño y oscuro laboratorio.

Las máscaras... ¿ya había contado algo respecto a ellas con anterioridad? Pues de Helene queda sólo un vago recuerdo melancólico. Su otredad ha sido englutida por una personalidad que dice ser mía, una manera de habitar el mundo que retornó después de muchos años decadentes y cuasi imaginarios. Mi viaje a través del espejo procuró un sinfín de desdoblamientos y una productiva creación de máscaras para proteger una identidad que se hallaba aún incompleta. Y no es que su construcción esté ya finalizada, sólo concebida y aceptada como eso... como un proyecto que se extiende en el espacio tiempo y que sólo llega a consumarse con la muerte.

La historia de Akira es muy diferente. La máscara logró tal independencia que se convirtió en mi Golem, pero a diferencia de Mary Shelley decidí que la opción era dejarla "convivir", más allá del simple hecho de darle vida para después refundirla en la lejanía del olvido y la negación.

¿Quién es Akira?

Nombre: Akira Sunshin
Edad: Desconocida
Lugar de nacimiento: Kyoto, Japón.
Ocupación: Geisha Samurai / Artista visual / Poeta del fin del mundo / Zen
Intereses: Teología, meditación, supervivencia, sabiduría popular, fotografía, cine, pintura, escultura, literatura, filosofía, estoicismo, Kenjutsu, Bushido.
Estatura: 1.60 m.
Peso: 54 kg.
Complexión: delgada.
Color de piel: blanca.
Ojos: Marrones.
Armas: Nihonto, Tanto.

La máscara de Akira, perfectamente planeada, tuvo cierto momento de descontrol y el experimento (como sucedió con Helene) casi fracasa. Sin embargo, Akira tiene algo que la salva: su código de honor.

De alguna manera, esta máscara ha logrado su autonomía y ha superado la naturaleza autodestructiva que llevó a su creación. Su carácter apocalíptico es siempre un ancla que permite recordar la belleza del instante, la fugacidad con la que se marchita un "ahora" y la libertad que implica la ignorancia consciente. Saber que no Sabe, es su catalizador para transitar el camino hacia su último verso.

El dato más relevante del experimento hasta ahora es que Akira "sabe" quién es y, lo mejor de todo, quién no es. Algo que de principio, sería muy útil para la formación y la felicidad de muchos seres humanos.

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