“He de volver a besarte”

“He de volver a besarte” dijo Salomé. Cortó la cabeza de Jokanaán
y danzó entre los perfumes de la sangre, la melodía de un amor.
Su locura sangre, su locura luna. ¿Quién era ella sino un alma taciturna,
hambrienta de calor? Animal, humano animal, que es lo mismo frente
al dolo y el vacío y la piedad.
Los profetas pagan el precio de saber, de alzar la voz ciega, que lo único
que no sabe, es a quién le ha de cantar. Desapareció la fe, se consumieron
los soles que prometieron amanecer.
Jokanaán conoció a la hembra, a la dama, la altivez y la desesperación.
El hombre aquel que olvida como amar a una mujer, muere en los brazos
de aquella que tiene más de un corazón.

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